Ayer celebramos en la Universidad Carlos III de Madrid los “Master’s Days 2024”, un evento que tradicionalmente reúne a directores de máster y estudiantes interesados en conocer más sobre la oferta de cursos de postgrado de nuestra universidad. No es una jornada más, es un punto de encuentro donde muchos profesores tenemos la oportunidad de encontrarnos con antiguos alumnos, escuchar cómo les va en el grado, sus dudas y motivaciones, y al mismo tiempo, podemos interactuar con otros estudiantes provenientes de otras universidades, que aún están definiendo sus objetivos profesionales o buscando claridad para sus ideas.
La jornada de ayer transcurrió con completa normalidad, un buen ambiente, donde se veían numerosos corrillos de estudiantes y profesores hablando sobre los programas, el futuro y las oportunidades laborales. Yo esperaba con ansia la llegada de estudiantes a nuestro stand dedicado al máster en ingeniería circular, y debo destacar que hubo varios estudiantes que me sorprendieron con una pregunta inesperada: ¿Qué es la ingeniería circular?
Debo de reconocer que dicha cuestión abrió en mí una profunda reflexión sobre el calado social que tiene la circularidad, porque a veces hablando con la gente, tengo la sensación de que hay personas que lo identifican como algo que está ahí, que no necesariamente suena mal, pero que no tienen nada que ver con ello. El problema viene de que estamos hablando de personas muy jóvenes, y desde el punto de vista educativo, no sé si realmente estamos explicando que la circularidad es cosa de todos. ¿Dónde está nuestro compromiso con las nuevas generaciones?
Habitualmente escucho a profesores de la universidad hablar de la necesidad que tienen de ir a tiendas, papelerías, centros comerciales… para comprar materiales para las actividades preescolares de sus hijos como disfraces, trabajos, murales… Es sorprendente cómo se fomenta la compra de materiales para un único uso, productos que terminan en la papelera a las pocas horas o días de haberlos comprado. Y surge la duda: ¿Somos conscientes de que estamos transmitiendo a los niños economía lineal? ¿Comprendemos que desvinculamos a los padres de una actitud responsable hacia la transición ecológica?
Inundamos empresas e instituciones de economía circular, pero cabe el temor de si estamos haciendo calar la importancia que tiene en la sociedad o si, por el contrario, solo llega publicidad. Entiendo que si queremos un cambio de la linealidad a la circularidad tenemos el deber de ofrecer esta realidad, con sus herramientas y posibilidades a las nuevas generaciones. Nosotros sabemos que la industria está comenzando a demandar profesionales capacitados para cumplir con la nueva legislación que transformará la industria, los modelos de negocio y la sociedad en su conjunto.
Creer en el ser humano significa valorar a la sociedad en sí misma, preocuparse por su bienestar sabiendo que este contribuye al personal. ¿Por qué no comenzamos a hablar de verdad en las aulas de que la circularidad puede contribuir definitivamente a conservar o mejorar nuestra vida y entorno? El mejor ejemplo que podemos dar no será una campaña o una jornada más, sino el día a día, con nuestras acciones y convicciones de que la economía circular es cosa de todos.
La ingeniería circular es la clave de este paradigma, y si queremos lo mejor para nuestros jóvenes, ahora tenemos la oportunidad de ofrecerles los conocimientos y herramientas, para que con la frescura de sus ideas sean los artífices del futuro.
Alberto García-Peñas
Director del Máster Universitario en Ingeniería Circular
Universidad Carlos III de Madrid