Nuestra sociedad, llamada del consumo, viene utilizando los recursos materiales y energéticos que nos ofrece la Naturaleza como si estos fueran infinitos.
La humanidad ha convivido en armonía con ella hasta finales del siglo XIX en el que apareció lo que se denominó la Revolución industrial y la máquina de vapor.
A partir de este momento se ha ido incrementando el consumo de las materias primas en forma de productos o energía debido a la aspiración de la sociedad en incrementar lo que entiende como su bienestar.
A ello ha contribuido la disminución progresiva del precio monetario de las materias primas en la primera mitad del siglo pasado gracias a los avances tecnológicos, al descubrimiento de nuevas reservas y al aumento de una clase media esencialmente consumidora.
En los años cincuenta en Estados Unidos hubo una propuesta para hacer de la obsolescencia programada una obligación mediante ley con el argumento de que ello iba a incentivar el mercado y tiraría de la economía, priorizando el derecho de la industria sobre la del consumidor.
Por suerte no prosperó tal despropósito, pero sí que lo hizo la obsolescencia por moda o la tecnológica que sigue instalada en el ADN de nuestro modelo económico.
Es un modelo en el que lo importante es incrementar la producción año a año para lo cual hay que intervenir en el mercado para que absorba estos incrementos y hacerlo con criterios de productividad.
No puede ser más rentable sustituir el trabajo de las personas por el de las máquinas o ser más barato trasladar la producción a otros países, sin que importen demasiado las condiciones laborales o ambientales de estas zonas.
En este modelo no se asumen las responsabilidades sobre las externalidades, como puede ser las emisiones a la atmósfera o al agua, se abaratan de forma importante los transportes de manera que no sean un impedimento para la deslocalización.
El éxito de una empresa radica en aumentar los resultados económicos año tras año sin que en la ecuación entre, en muchos casos, ni la producción de residuos ni el derroche de materias primas ni los impactos al medio ambiente.
No se trata de renegar de este modelo que, sin duda, ha hecho posible el incremento del bienestar, la salud y en muchos casos la justicia social, aunque como acabo de señalar no en todos los casos.
El problema es que ahora sabemos que los recursos son finitos, que en algunos casos están al borde de su agotamiento y que, de forma preocupante, las reservas que quedan son acaparadas por algunos países pudiendo ser un arma perfecta para el control de toda la Humanidad.
Este modelo, al que hemos venido a llamar lineal por su cadena de valor consistente en extraer materias primas, fabricar, consumir y eliminar, está dando ya claros síntomas de agotamiento.
No solo por lo dicho hasta ahora sino también por los efectos colaterales que dicho modelo está provocando entre los que sin duda son relevantes el cambio climático y la pérdida de biodiversidad o los efectos ambientales negativos.
Factores que amenazan gravemente nuestro futuro
Todas las previsiones apuntan a un crecimiento exponencial de la población mundial en las próximas décadas, incremento que será especialmente importante en la clase media, consumidora por excelencia.
Llegado a este punto debemos concluir en la urgencia en adaptar nuestro modelo económico a otro que desacople el crecimiento y la riqueza del consumo de recursos y de los impactos sobre el medioambiente y la salud.
Ya desde mediados del siglo pasado aparecieron distintas corrientes que iban proponiendo distintos caminos para reconducir el modelo, como pueden ser el Cradle to Cradle, la permacultura, la ingeniería verde, la economía azul, etc.
Finalmente aparece un concepto que, de alguna manera es un compendio de todas ellas que propone un nuevo paradigma que venga a solventar todas las debilidades del actual modelo pretendiendo, así mismo, devolver la Tierra a una situación del equilibrio perdido hasta el momento.
No se debe confundir esto con un proceso de decrecimiento sino de un crecimiento amigable con la Naturaleza que sea sostenible y solidario.
Para ello se deberán incidir de forma importante en el máximo aprovechamiento de los recursos disponibles introduciéndolos en un círculo virtuoso que permita, por diseño y concienciación, se mantengan vivos el mayor tiempo posible.
Un residuo es un recurso que ha enfermado, muchas veces por el mal trato que le hemos dado, y se trata de evitar esta situación.
Para ello es preciso desarrollar mecanismos de medicina preventiva, que además es mas rentable y menos traumática que la curativa.
Para aquellos recursos que, a pesar de nuestro esfuerzo, hayan enfermado, nos quedará el reciclaje y la recuperación de la energía contenida en ellos.
Con esta perspectiva debemos diseñar los productos para que sean actualizables, reparables, reciclables, sin productos tóxicos en su composición y que sean poco consumidores de energía, agua o combustible y todo ello usando materias primas renovables preferentemente, así como la energía utilizada tanto para su fabricación como para su funcionamiento y mantenimiento.
No debemos olvidar uno de los mayores problemas que tenemos planteado como sociedad que es la alimentación de una población que crece día a día con unos terrenos que son finitos y que, debido a nuestra actividad, han perdido una parte de capacidad y de superficie para dar respuesta a estas necesidades.
Hoy por hoy sabemos que la producción mundial de alimentos sería capaz de alimentar a toda la población actual, y desgraciadamente también sabemos que millones de personas están infra alimentadas, con una pérdida de alimentos que alcanza un tercio de la producción.
El nuevo modelo pretende mejorar el aprovechamiento de los productos cambiando la posesión por el uso, el intercambio, el uso compartido, la reparación y la actualización para lo que será fundamental aplicar criterios inteligentes de eco diseño.
Será preciso adaptar nuestro modelo productivo y nuestros hábitos de consumo de la mano de una apuesta decidida de las Administraciones para que sea posible este tránsito de una manera que no sea traumática.
Sin duda no será un camino fácil, ya que no será fácil abordar cambios tan drásticos en el corto tiempo que tenemos para hacerlo.
La emergencia climática ya la tenemos encima y según recientes estudios el cincuenta por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero que debemos evitar dependen del cambio a las energías renovables, pero otro tanto no será posible sin que empiece a funcionar el modelo circular en la economía tanto en la cadena de producción como en la de consumo.
La buena noticia es que la Economía Circular será generadora neta de puestos de trabajo de calidad, propiciará el consumo de proximidad y por tanto estimulará la economía local, y permitirá incrementar el dinero de bolsillo.
Sin duda un reto importante e inexcusable para el éxito del modelo es que sea extendido a todos los países apoyando los Objetivos de Desarrollo sostenible de Naciones Unidas.
Tan solo indicar que este cambio debe llegar a todo el tejido económico y fundamentalmente a las pymes, que son un pilar básico de nuestra economía y para ello se deberán instrumentar los mecanismos para que su adaptación sea apoyada desde todos los sectores y especialmente desde las administraciones y el sector financiero.
Hay que indicar que potenciar las energías renovables implicará un acuerdo social y una toma de decisiones de las autoridades competentes para compatibilizar su implantación con otras necesidades proteccionistas como podría ser la biodiversidad, el paisaje o la agricultura.
Según un informe del Banco Mundial (2017), la implantación de la potencia necesaria para no rebasar el objetivo de los dos grados centígrados requerirá del incremento de la extracción de determinados metales tales como aluminio, cobre, litio, tierras raras, etc. y esto, unido a otras necesidades de protección requerirán de consensos que definan, en cada caso, las prioridades a tener en cuenta.
En cualquier caso, estamos ante un reto importante que nos involucra a todos.
Quisiera acabar con una frase que Henry Kissinger dijo en su momento:
“Ninguna política, por muy ingeniosa que sea, tiene alguna posibilidad de éxito si nace en la mente de unos pocos y en el corazón de nadie”
Ángel Fernández Homar
Presidente del Patronato de la Fundación para la Economía Circular
Ingeniero de Minas por la E.T.S. de Ingenieros de Minas de Oviedo (Especialidad Energía y Combustibles), cuenta con una amplia experiencia en el campo de la sostenibilidad, la gestión y tratamiento de residuos y el medio ambiente. Fue Director General de TIRME desde 1991 hasta 2012, Presidente de Mac Insular, S.L. desde 2002 hasta 2011.
Hasta 2015 fue Presidente de la Asociación Española de Plantas Incineradoras (AEVERSU) y Vicepresidente de la Confederación Europea de Plantas Incineradoras (CEWEP).
Miembro del Comité de Coordinación del Club Europeo de residuos. Presidente de Islambiente hasta 2002. Miembro fundador y patrono del Instituto para la Sostenibilidad de los Recursos. Miembro de Secot (Baleares)
En los últimos años ha impartido conferencias sobre economía circular como profesor del master de gestión de residuos de la Cátedra de Ecoembes de la UPM, profesor en la Universidad de Flacso de Quito (Ecuador).