El futuro tiene que ser circular. Quizás venga de la mano del incremento de la concienciación ciudadana, de la alarmante carestía de materias primas o de una vuelta a la desglobalización con el ánimo de ser menos dependientes del exterior.
Sea como fuere, la tan necesaria transición desde una economía lineal a una circular es ya una realidad.
Puede que este despertar haya resultado un tanto abrupto para aquellos que pensaban que los recursos o la energía eran ilimitados, sencillos de obtener y con un impacto medioambiental fácilmente ocultable bajo la alfombra o susceptible de un buen lavado de imagen verde.
Pero no para aquellos individuos, empresas y organizaciones que llevamos años –si no décadas- confiando en la aplicación de los principios de la economía circular como una palanca de cambio para alcanzar un desarrollo sostenible que no deje a nadie atrás.
Como se le atribuye a Benjamin Franklin, “en la escuela de la experiencia las lecciones cuestan caras, pero solamente en ellas se corrige a los insensatos”. Por ello, sería un grave error no extraer algunos aprendizajes de todo lo que estamos viviendo en estos últimos tiempos y aprovechar las circunstancias tan adversas en favor de las personas y del planeta.
En marzo de 2022, el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el reto Demográfico (MITERD), aprobó el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) de Economía Circular, un plan destinado a acelerar la transición hacia un sistema productivo más eficiente y sostenible en el uso de materias primas que pretende dar cumplimiento a los objetivos contenidos en la Estrategia Española de Economía Circular para el año 2030 y posicionar a España como referente internacional en la gestión, reciclaje y reutilización de residuos.
Con motivo de los trabajos previos de elaboración de esta Estrategia, el Gobierno Español impulsó en 2017 el Pacto por una Economía Circular, con objeto de implicar a los principales agentes económicos y sociales de España en la transición hacia este nuevo modelo económico.
SIGRE fue una de las primeras entidades invitadas a adherirse a este Pacto, como un agente fundamental dentro del sector farmacéutico para avanzar hacia una sociedad más eficiente en el uso de los recursos.
Y más recientemente se ha publicado la Ley 7/2022, de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, una norma fundamental que, entre otros muchos aspectos, regula la responsabilidad ampliada del productor (RAP) y la gestión de los residuos de medicamentos y de sus envases de origen doméstico.
Esta Ley tiene por objeto sentar los principios de la economía circular a través de la legislación básica en materia de residuos, así como ayudar en la lucha contra el cambio climático y proteger el medio marino. Se contribuye así al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluidos en la Agenda 2030, y en particular a los objetivos 12 –producción y consumo sostenibles–, 13 –acción por el clima- y 14 –vida submarina–.
En cuanto a la RAP, se establece un marco regulatorio orientado a estimular la prevención, el ecodiseño y la reciclabilidad de los productos y, para ello, se incluye una serie de obligaciones relativas a la prevención, puesta en el mercado y a la gestión de los residuos que deben cumplir los productores de producto de forma individual o a través de los sistemas de responsabilidad ampliada (SRAP).
Y es que, efectivamente, el funcionamiento de los Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP) -como es SIGRE Medicamento y Medio Ambiente (SIGRE) y sus más de 20 años de experiencia- permite generar sinergias que favorecen la economía circular mediante las siguientes acciones:
- Reducción de la generación de residuos en origen, fomentando la prevención y el Ecodiseño.
- Promoción de la recogida selectiva: la recogida separada y la logística inversa de residuos y productos ha sido incluida en el informe “Categorisation system for the circular economy” de la UE (abril 2020) como actividad que contribuye a la economía circular dentro de los modelos circulares de recuperación de valor.
- Valorización de los residuos, lo que incluye la reutilización, el reciclado y la recuperación de materiales o energía.
- Sensibilización ambiental, promoviendo formas innovadoras y más eficientes de producir y consumir.
Con SIGRE, el sector farmacéutico ha implantado un modelo innovador y pionero que ha conseguido consolidar la gestión ambiental de residuos de envases vacíos o con restos de medicamentos de origen domiciliario y que impulsa el compromiso sostenible del sector mediante otras iniciativas como la prevención en origen, la aplicación de medidas de ecodiseño y la eco-innovación.
Todo ello, permite cerrar ordenadamente el ciclo de vida del medicamento, consolidando un modelo eficiente, en el que la sostenibilidad y el beneficio del conjunto de la sociedad son los vectores que marcan los ámbitos de actuación del sector.
Esta corresponsabilidad, en un producto esencial como el medicamento, es un rasgo característico de laboratorios, farmacias y empresas de distribución, y sitúa al sector farmacéutico a la vanguardia en la implantación de los valores de la economía circular.